Emma Labattaglia es una artista contemporánea con formación en Bellas Artes, habiendo completado sus estudios en Melbourne, Australia, e Italia. Su obra está profundamente arraigada en su herencia, entrelazada con la memoria, la tradición y la historia personal. Desde muy joven, la cautivó la magia serena de la creación, observando a su abuelo pintar en el estudio de su patio trasero. Esos primeros recuerdos —de trementina, pinceles gruesos y concentración serena— forjaron su conexión fundamental con el mundo del arte. Su influencia permanece siempre presente en su proceso, no solo como un legado personal, sino como una guía para su relación con el acto mismo de pintar. Cada pincelada en su obra evoca esos momentos, conectando la memoria personal con temas más amplios de herencia y pertenencia.

“El collage ocupa un lugar central en mi práctica”, explica, “fragmentos de lienzo superpuestos, bordes rasgados y texturas superpuestas que construyen una sensación de historia en cada pieza”. Estas superficies evolucionan lenta e intuitivamente, moldeadas por la repetición, el borrado y la reaplicación. Existe un diálogo físico entre lo revelado y lo oculto: una búsqueda para descubrir decisiones pasadas, solo para volver a enterrarlas bajo una espesa capa de pasta. Este proceso cíclico refleja el funcionamiento de la memoria: fragmentada, a veces oscurecida, pero siempre arraigada en el presente.

Su práctica se inclina naturalmente hacia la abstracción, donde el color, la forma y la textura comunican lo que las palabras a menudo no pueden. Gruesas capas de óleo se mueven con peso y urgencia deliberados, creando superficies táctiles que se perciben envejecidas, desgastadas y con una resonancia emocional. Bajo estos densos campos de color, delicadas líneas pastel a veces asoman a la superficie: un frágil contrapunto a la intensidad material, como ecos fantasmales o susurros ancestrales que se entrelazan en la composición. Estos detalles silenciosos invitan al espectador a detenerse, a volver a mirar.

El motivo de los tulipanes es recurrente en toda su obra: formas delicadas pero resistentes con un gran significado simbólico. «Para mí, los tulipanes son como portadores de recuerdos», afirma. «Cada pétalo, con sus capas como capítulos, es un pequeño archivo de linaje y transformación». A través de estas formas florales, evoca sutilmente lo femenino, la naturaleza cíclica de la vida y los rituales domésticos transmitidos de generación en generación.

En sus lienzos superpuestos, Emma Labattaglia encuentra la belleza en la imperfección: lo tosco, lo crudo, lo impredecible. Sus pinturas no son narrativas fijas, sino diálogos abiertos, donde conviven pasado y presente, lo personal y lo universal, la tradición y la reinvención. Ofrecen al espectador no solo una experiencia visual, sino también emocional, invitando sutilmente a la reflexión sobre las complejidades de la memoria, la herencia y los hilos invisibles que nos moldean.