Silvia De Marchi, nacida en 1967, es una pintora residente en Arosio, una pequeña ciudad situada entre Milán y Como, en el norte de Italia. Su práctica artística se inspira emocionalmente en el pasado, la materialidad, la arqueología y la antigüedad. Silvia encuentra su influencia creativa en los paisajes de montaña, la poesía, la música y el cine.

Tras estudiar en la Academia de Bellas Artes de Como, especializándose en restauración de pinturas sobre lienzo y madera, así como en la Escuela Regional Botticino-Brescia, especializada en frescos y materiales pétreos, Silvia cuenta con una amplia experiencia en restauración de arte. Durante más de dos décadas, ha trabajado como restauradora de pinturas, frescos y materiales pétreos, a la vez que desarrolla su exploración artística personal.

Silvia ha exhibido sus obras en varias exposiciones, incluida la exposición individual "Merci de ne pas toucher" en la Galería M21 en Knokke, Bélgica en 2021, y exposiciones colectivas en Italia, Europa y Estados Unidos.

En sus proyectos artísticos, Silvia se siente cautivada por el mundo material. A través del deterioro y la erosión, percibe tanto la fragilidad como la resiliencia de la materia a lo largo del tiempo. Su búsqueda artística se adentra en el peso de la memoria en los materiales, reflejando la transitoriedad, la fragilidad y la perdurabilidad de la vida y los artefactos culturales.

La inspiración creativa de Silvia reside en explorar la interacción entre la construcción y la destrucción, centrándose en los restos y en una interpretación poética del tiempo, las ruinas y los fragmentos. El material en sí mismo revela misterios y la guía para descubrir narrativas ocultas.

Le intriga la respuesta del espectador a las superficies erosionadas y la comunicación de lo físico y lo sustancial a lo largo del tiempo. Silvia busca evocar sensaciones a través de la materia imperfecta, las formas inacabadas, los elementos invisibles y las excavaciones en la profundidad de los materiales.

En el centro de su ética artística se encuentra el principio del concepto chino de efectividad, arraigado en la filosofía budista. Este principio enfatiza la capacidad de cultivar transformaciones naturales en la pintura, permitiendo que los gestos se desarrollen espontáneamente sin imposición. Silvia valora la armonía con los ritmos naturales para lograr una expresión artística auténtica y efectiva, considerando que la esencia de la belleza en la pintura reside en la naturalidad y la espontaneidad.

A través de la pintura, Silvia encuentra un medio para interactuar y medir el paso del tiempo de una manera profunda y contemplativa.